Fiesta de Jalogüin

Nuestros vecinos del piso de arriba organizaron anoche una fiesta. Hasta las 6 de la mañana nos vimos obligados a tener que aguantar sin interrupciones lo que mis vecinos supongo entienden por baile, pero cualquiera siendo objetivo describiría como trote militar (un, dos, un dos, un dos,) o trote de manada de ganado. Saltaban al “ritmo” -por decir algo- de una sucesión de lo que hace años se catalogaba como grandes exitos de verbena popular, pero ahora aparece anunciado por la televisión asociado, a modo de banda sonora, a reality shows, concursos para adolescentes, telenovelas, sintonías para móvil, o hiperpermercados en épocas de oferta. Se sumaban los gritos coreando los estribillos de las canciones o interpelándose de una punta a otra de la casa.

Tenemos mucha paciencia. Cuando a eso de las 3 de la mañana, el trote nos hacía temer que se derrumbara el techo, golpeamos la pared adecuada a modo de aviso esperando que nuestra señal les hiciera caer en la cuenta de que no estaban solos en el edificio. La respuesta que obtuvimos fué un redoble de saltos y carcajadas. Cuando al cabo de otra hora desesperada subimos a llamar a la puerta de mis vecinos, esperando esta vez que algo más tangible (nuestro careto) les revelara al fin la existencia de “el otro”, no sólo nadie nos abrió, sino que además pudimos escuchar más risas, burla y cuchicheos al otro lado de la puerta. No somos de los que se acomodan a usar a la policia para resolver disputas entre iguales pero, agotadas las vias de diálogo, recurrimos a ellos sobre las 4. Un policia nos explicó en tono paciente la inutilidad de nuestra llamada: si se acercaban hasta aquí y mis vecinos se negaban a abrirles la puerta, no podrían hacer nada más. Nos recomendó que trasladáramos nuestras quejas a la próxima junta de vecinos y pusiéramos una denuncia en comisaria.

… Tuvimos que aguantar el trote hasta que el último invitado se largó cuando le vino en gana.

Escribo esto de mañana. Arriba no se oye ni un murmullo: mis vecinos están durmiendo la resaca. Me bastaría coger ahora mismo mi aparato de música, arrimarlo dirigido por la galeria a la ventana de su dormitorio, seleccionar la canción más bestia de los BeastieBoys, el modo Mega Bass volúmen máximo de decibelios, la opción “reproducir constantemente”, y darle al “play” (antes de cerrar la puerta de esta habitación, ponerme auriculares y un compacto de Satie), para obtener una satisfacción inmediata, una sensación de paz celestial, de justicia cósmica, de placer sublime.

Pero no voy a hacerlo. En esa galería hay más ventanas y hay más vecinos en el edificio que no merecen mi venganza: no estamos solos… lamentablemente.
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PD.
A la atención de,
La neurona única que comparten los niños de la pta 33.
Dudamos que tus santos padres en el pueblo sepan a qué dedicas la vida y la independencia mantenida de la que disfrutas en la ciudad, pero sin duda tus estudios de actor/actriz o estilista de peluquería, tu voz bovina y tus sesiones de caraoque al son de grandes exitos de hipermercado te serviran en el futuro para presentarte al casting de Gran Hermano.
Busca en una enciclopedia (primero averigüa lo que es) información sobre la acústica de un edificio de vecinos y entenderás porqué vamos a poner una denuncia contra ti en comisaría.

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