La solución más práctica es separarse
de la cabeza cuando convenga,
no sea que acuda, la memoriosa, a apagar con recuerdos
la llama nueva encendida de lo que está por ver.
Para que no congelen los ojos abiertos
la imagen ardiente de los demás sentidos,
y no diga la boca aunque quiera, no hable
de lo que nadie hasta entonces nombró.
La solución más práctica es separarse
del cuerpo cuando convenga.
Para que no moleste, el muy bestia,
de vez en cuando con sus urgencias
de fiebre tan simple como es el deseo,
que siempre desarma,
cuando al menos queda el sueño
para curarse de todo este frío,
y aún protege la memoria otro tiempo gozoso
en el que era más dulce y más fácil vivir.