I love Varoufakis (absolutely)

Sí. Yo también amo a Varoufakis. Lo reconozco. Pero sin perder el norte ¡eh!, que conste; no faltaría más, a mi edad, que comportarme como una groupie histérica y acabar enmarcando el poster a tamaño natural que tengo suyo colgado en mi cuarto, igual que ya hice con la foto que duerme a mi lado en la mesita… Soy objetiva y admito que Varoufakis no es un hombre guapo en absoluto. Es más, diría que físicamente es calcadito a José Maria Aznar…

varouaznar

Y es un hecho. Lo siento. Como especialista en la materia doy fe de que la morfología de sus caras es la misma: la misma nariz (más prominente en el griego), tan corta en proporción al resto de la cara que consigue que la distancia desde su base al labio superior parezca desproporcionada (detalle que el español intenta disimular con un bigote cada vez más parecido al pasto escaso y seco plantado en tierra morterenca); los mismos ojos pequeños y oscuros, que parecen aún más hundidos por la prominencia notable del hueso frontal y el nasal; la misma media sonrisa, segura y suficiente.

También existen, es evidente, notables diferencias físicas entre ambos. Por no extenderme: supongo que el español pagaría por alcanzar la estatura del griego, y éste y cualquier persona sensata pagaría por no cruzarse con el peluquero de aquél.  Porque si comparamos la actitud de sus cuerpos, cualquier psicólogo aficionado deduciría de sus apariciones en público que Aznar es un tipo secretamente acomplejado; y por el contrario, no hace falta ser psicólogo sino simple observador sensible al movimiento, para asegurar que los andares de Yanis no conocen el significado de la palabra «complejo», y dar fe… de lo que él quiera.

Por acabar con el análisis formal y resumiendo: Aznar vendría a ser el Doppelgänger siniestro, en miniatura y despeinado de Varoufakis. La prueba es que invocar su nombre es como mentar a La Bicha y que siempre aparece en nuestras peores pesadillas… Para entender por qué alguien físicamente tan parecido a otro tipo tan… doloroso, consigue hacer suspirar a medio mundo, analicémos, por ejemplo, el distinto significado que emitió el ministro griego hace poco en la entrevista que le hizo Jordi Évole en «Salvados».

De forma admirablemente pedagógica y con la pasión contagiosa de un docente excelente -adjetivo nada superfluo en este caso, teniendo en cuenta que, lamentablemente, ser profesor de universidad no está reñido con ser absolutamente imbécil y/o incapaz de comunicar nada-, Varoufakis expuso soluciones para Europa con argumentos simplemente irrefutables. Logrando expresarse en todo momento con una notable precisión que el entrevistador jugaba a confundir con arrogancia («En todo caso, pedante, si usted quiere«, precisaba de nuevo el griego bromeando), explicó estrategias razonables y aplastantemente razonadas para alcanzar objetivos orientados a conseguir la implantación de un modelo de Europa federal que unifique la dignidad y no sólo la moneda.

Y más que la cadencia chulesca y sensual de sus andares, lo que me impresionó anoche como a una quinceañera y me humedeció el alma entera y me conmovió hasta las lágrimas, lo confieso, fue oír a un economista reconocer las limitaciones de su disciplina; no temiendo hablar de ideologías sino legitimando la aplicación de las que defienden los intereses del pueblo y supeditando a ellos cualquier Lógica o Matemática; demostrando un conocimiento humanístico, interdisciplinar, que resulta tan urgente como eternamente ausente en la reunión de las neuronas todas y el horizonte mental de la mayoría de políticos profesionales.

Y me rindió hasta la inconsciencia, hasta la esclavitud voluntaria, más, hasta el matrimonio, oír a un «responsable político» invitar a sospechar de cualquiera que simplemente aspire a serlo; y consecuentemente defender la conveniencia de prohibir, directamente, que cualquiera que desee detentar cualquier tipo de poder lo logre (y esto vale para un país del mismo modo que para un Dpto de universidad o la comunidad de vecinos de la finca donde vivo).

Y más que la robustez bajo la camiseta -esa espalda tras la que, parapetada, no me cuesta nada imaginarme a salvo de cualquier apocalipsis-, me sedujo la musculatura de pensamiento que traduce su elocuencia, aplomo de quien reflexionó previamente lo que dice, sabe de lo que habla, cree en lo que dice, y no hace afirmaciones a medias («absolutely«, respondía a menudo).

Y lo que ya me arrebató hasta el enrolamiento kamikaze en cualquier ejercito que se decida a comandar y me arrobó hasta las vísceras y me hizo temblar las piernas y suspirar de nostalgia, fue que hablara de asuntos tan graves sin perder la sonrisa -precisa, de nuevo: no sonreía, mi Yanis, cuando describía tragedias-. Esa misma media sonrisa ladeada y suficiente, que en Aznar exuda desprecio y patología, pero que en la boca del griego revela inteligencia. Esa sonrisa que, frente a la desgracia, sólo mantiene quien celebra el recuerdo de la alegría de forma consciente; quien posee naturalmente o trabaja duro para alcanzar esa virtud moral a la que dedicó su vida Spinoza y que se transforma en energía contagiosa en Varoufakis, capaz de transmitir confianza, la esperanza de que todo puede salir bien porque el camino está claro y si lo emprendemos entre todos, todavía, aunque probablemente sea la última, tenemos una oportunidad.

Nada de lo anterior tiene que ver con lo que transmite el clon Aznar. Así que nuestra investigación dominguera nos lleva a concluir que: si a diferencia de su réplica, el in-significante español lleva décadas emitiendo significado estrecho, reseco y miserable será que indefectiblemente el cerebro que lo sustenta sólo puede ser más pequeño y reseco que el del griego, y ésta sería la diferencia física relevante entre ambos. Con lo cual, queda demostrado que hay cerebros hermosos y los hay vomitivos; que si el cerebro es la diferencia que hace sexualmente atractivo a Varoufakis, entonces «el tamaño importa» y él sin duda «lo tiene más grande» que Aznar, que los chulos de gimnasio o los modelos perfumados de la tele. Y bienvenida ¡por fin! la erótica del cerebro (Yanis es ministro, vale, pero si alguien conoce a un sin techo con sesera tan despampanante, que me avise y lo cobijo), y bienvenido su chismorreo si al menos contagia de preguntas nuevas tantos viciados corillos y consigue que corra de boca en boca por el Facebook y el Sálvame que la justicia social puede resultar afrodisiaca, el pensamiento activo, excitante, y que no hay nada más sexy que un hombre honrado y valiente.


( Por favor, no nos falles, Varou. O tendremos que reconsiderar las teorías sobre la fisiognomía del XIX, escribir cien veces en la pizarra «que un tío tan feo no podía ser bueno», tragarnos nuevamente las mentiras que nos venden, y borrar, por vergüenza, absolutely este post.)